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Prólogo Dreamers 4


Deslizo la cuerda por delante de sus pechos y la aproximo a su pezón, sin llegar a pasar por encima.

Mi cara, pegada a la suya, recibe el jadeo que su boca deja libre y llega a mi oído. Me estremezco.

La vibración de la cuerda por su piel se transmite hasta mis dedos, y la excitación que me provoca, junto a la visión del movimiento, se ve amplificada por los sonidos de su propia pasión, a veces contenida en su pecho, a veces exhalada.

Presiono mi dureza contra sus caderas, siento el roce de la tela de mis propios pantalones y tomo una respiración profunda.

Control.

Deshago los nudos, ha sido intenso.

Llegamos al máximo sin dejarnos ir.

La cuido, dejo que caiga en mí.

Deslizo la última cuerda por su piel y la lanzo con fuerza fuera de nuestros cuerpos, hace un ruido seco contra la esterilla; ella se derrumba contra mi torso, con los ojos cerrados, con la respiración entrecortada, como la mía, ya sin contención.

Paso mi nariz despacio por debajo de su oreja y lamo el mismo recorrido en descenso.

Soy muy goloso, y con ella… con ella no lo evito. Me gusta tanto cómo sabe, que solo lamerla hace que me empalme; lo que provoca su sabor es una conexión interna tan potente que calcina mis terminaciones nerviosas.

Nos entendemos, sin necesidad de aclararlo.

No dejo de abrazarla, la aprieto y espero a que esté preparada porque ella será quien marque los tiempos, como siempre.

Entonces lo hace, se revuelve despacio en mi abrazo y me encara, acerca el pulgar a mi boca y saco la lengua para chupárselo.

Hada se desvanece hacia atrás y se queda inerte.

Se ha asfixiado.


Me despierto sudoroso, sin aire; me incorporo y me froto la cara.

Hada murió porque no estuve a la altura.

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