Houston, tenemos un problema.
Yo ya lo venía viendo hace tiempo, sí, desde que decidí desterrar la palabra procrastinación y en un acto de inconsciencia la sustituí por competición.
Me hago un planning, soy la superplanning, «la nazi de la agenda» me llaman en las esferas de organización, que no pille por delante un tablón con un ISO que te fusilo con él…
Yo propongo, apunto, apaleo la posibilidad de procrastinar y ordeno al nanosegundo el metaverso para que no se funda por equivocación y acabe en otro lado. Acciones organizadas en días, semanas, meses… ohhh… ¿orgásmico? Pues no sé si tanto, pero me pongo tiesita de gusto, me yergo cual supermodel paseando por pasarela. No doy opción a resbalón, se va a hacer y punto, me toco el bigote y me sonrío, así muy pagada de mí misma…
Entonces llega el problema de la ejecución, TODO está programado, toca hacer… Y toca anular todo ese trabajo que me he currado metiendo en cada casilla la tarea a realizar. Amigui, te veo venir y sé que estás pensando que me paso por el forret todito todo y no hago nada.
No, en serio, el problema no es ese… El problema es diametralmente opuesto a esa teoría que tienes en mente.
¿Recuerdas que he hablado de cambiar el término procrastinación por el de competición? Allá vamos, me pongo cual loca de la colina a ganarme, a pulir la agenda con tiempos de Pole position inauditos, a COMPETIR contra mí y ese yo del pasado que ha organizado todo al milímetro.
¿Que hay que corregir la siguiente novela? Claro que sí, guapi, pero no los días marcados, hay que llevar dos de ventaja.
¿Qué hay que crear contenido cada semana e ir subiéndolo a redes? Por supuesto, pero en vez de hacerlo cuando toca, un mes antes creo tanto como sea posible y lo programo.
Y el último ejemplo en el que estoy metida de lleno. Sí, me estoy tocando el bigote y me siento orgullosa de seguir apalizándome, batiendo marcas autoimpuestas… Nanowrimo, que si me apuras el año que viene te hago en enero que se me va la olla, que me puede ganarme a toda costa. (¿Estás viendo mi cara de psicópata? Haces bien, es la que tengo en este momento)
El caso es que, si a mí me marcan 1850 palabras diarias, yo voy a intentar meter a toda costa, aunque no pueda ni abrir los ojos porque me caigo de sueño, 2500 palabras he dicho. Me satisface una barbaridad ganar a la gráfica… Ohhhh, competición, competición… que me vuelves la cabeza del revés.
La cosa es que a veces, cuando estoy normal y tranquila, siento un ápice de preocupación. Sí, no nos vamos a engañar, no sé si es sano ponerme la zancadilla a la salida, que eso es juego sucio, copón…, y lo de llegar antes que yo a la meta… no sé, llámame loca, pero a veces miro por encima de mi hombro a ver cómo vengo detrás y no me veo. Por lo que no sé si esto será algo con necesidad de tratarlo.
Luego veo el tenis, por ejemplo, ese deporte individual y me meto en la piel de Nadal, me saco la braga de la rajeta, me atuso el bigote, y me veo tirando la raqueta y dándole el juego al contrario. Que mí lo de competir no… me digo, y luego viene la gráfica del Nano y otras tantas cosas agendadas y me dan el revés a mí.
Cómo está el asunto de la manteca, oiga… está mal, ¿verdad? Lo veo lo veo…
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