Un reinicio incómodo
Hace unos meses mi vida daba un frenazo.
Cuando la palabra cáncer se relaciona con alguien a quien quieres las entrañas empiezan a deshacerse en dolor e incomprensión. No fui tan clara con mis motivos cuando anuncié que mi, ansiada por mi parte, vuelta a las redes, tras el verano, no iba a ser como siempre. No di las explicaciones reales del porqué me iba a convertir en el Guadiana, para a veces estar y, a veces, las más, no. Porque no me escondo, me gusta planificarme en vacaciones el resto del curso, del mismo modo que esa época para mí es relax y fluir sin raíl. Y este curso, el 23-24, estaba planificado de igual manera que otros años, para pasármelo bien con vosotras compartiendo contenido relacionado con mis historias, mis lecturas, mis experiencias, y escribir, disfrutar de crear y de dar vida a mis personajes.
Sin embargo, hace seis meses a mi madre le detectaron un cáncer agresivo y rápido. Y hace un mes nos dijeron que, tras la quimio, una operación quirúrgica contenía las garantías de poder seguir adelante, porque, a pesar de las circunstancias, ese put0 mal iban a sacárselo.
Al terminar enero, sentí que los engranajes de mi vida y los de mi gente comenzaban a moverse hacia la tranquilidad, hacia un futuro menos incierto y con la palabra FINAL cogiendo velocidad hacia la lejanía. Ese día nos dieron una fecha que pone de manifiesto que este año es bisiesto, una fecha que a mí me resonó mal, porque nacer o morir en ella convierte la efeméride de tu existencia o tu no existencia en una ausencia durante tres años.
El 29 de febrero, a mi madre se le paró el corazón y la palabra FIN se nos pegó a los ojos.
¿Por qué os cuento esto cuando no suelo hacer públicas mis situaciones personales? No es para recibir condolencias, quienes lo sentís lo sentís y en estas situaciones creo que es más importante sentirlo que hacerlo saber. Esto es igual que las felicitaciones por lo bueno, sentirlo es mucho mejor que hacerlo saber, y soy de la opinión de que, si no te alegras por lo segundo, es complicado que te apene lo primero. Pero a lo que vamos, cuento esto porque ahora, como autora, que es lo que interesa en este espacio, no sé hacia dónde voy. Me siento errática, dividida y, a veces, anulada como juntaletras.
Llevo tiempo dejando caer retazos del borrador de mi nueva historia, una a la que, de cuatro partes, le falta la última. Inicié, en un arranque de optimismo, la lectura cero con mi maravilloso grupo de betas y ceros, con la intención de que, antes de que llegara el invierno, mi archivo cargado de modificaciones, borrones y añadidos, que conforman la historia de dos personajes de los que estoy enamorada, saliera a la luz.
Y ahora…
¿Y ahora qué?
Ahora es pronto, es pronto para todo; para decir, hacer, escribir, borrar, decidir…
Pero no es pronto para avisar de que mis reacciones en redes, con vosotras, mi tardanza en respuestas, mi ausencia o mi presencia no corresponden con esa Ana Idam que muestro y conocéis. Una Ana que volverá, que aparecerá a veces y se irá otras, supongo que es eso lo que vais a ver; pero que sepáis que no es personal, que hay una jodida razón que ojalá no existiera. Y que, aunque a veces tenga la sensación de que no voy a poder volver a escribir, sé que será pasajero, porque la pena engulle las ganas, la rabia las reduce a lo insoportable, pero la pasión, que en este momento arde con poca fuerza, las regurgitará, en plan volcán cuando llegue su turno.
Y porque quiero que mi pasión no se apague, de ahí sale mi intención de compartir esto con vosotras, de abrir la ventanita al mundo en la que mi parte Ana Idam se mueve y deciros que no quisiera dejar de estar, pues todo lo que me rodea alimenta mi pasión, y vosotras, como lectoras, también me rodeáis y contribuís a que no se sofoque.
Con esto solo quiero dejar claro que, sin poder daros datos exactos de cómo ni cuándo:
ESTARÉ.
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