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¿En qué mundo me he metido?

Y no, no hablo del de autores autopublicados, que también podría hacer un post a parte porque el #yomeloguisoyomelocomo (así con hastag y todo) da para una enciclopedia ESPASA CALPE por lo menos.

Al lío, que me descentro.

Estoy escribiendo fantasía, y eso lo sabéis porque ya desde hace unos meses estoy dando la vara con el tema.

El caso es que cuando me decidí por darle alas al sueño que había tenido me dije: «No puede ser tan difícil, en un mundo fantástico todo lo voy a controlar yo, nadie puede venir a decirme: esto no es así, no te has documentado en condiciones». Ojo cuidado que cuando yo me pongo a engañarme a mí misma soy la pera limonera. Nada más lejos de la realidad.

El día que empiezo a plasmar las ideas en una libreta me doy cuenta de que tengo el hilo conductor y de que sé hacia dónde quiero ir. Me pongo cual loca de la colina a rellenar hojas con personajes, eneatipos de personalidad (sí es algo que he intentado utilizar y la verdad es que no viene mal, pero como siempre cuando nace un personaje, aunque partas de una premisa clara, este te lo engorrina a cada párrafo en el que lo defines o le haces reaccionar, que eso es lo bonito de todo esto, claro), familias, hitos en la historia que quiero que estén, porque son el tronco principal y lugares. Cierro la libreta y digo: «¡(Joder) Toma ya qué divertido y fácil es escribir fantasía!». Entonces me paso flipando día y noche con lo que he creado, vaya tela El Tolkien y La Rowling, tampoco se complicaron

mucho.

Al día siguiente me pongo a escribir, y ya me meto con el primer capítulo, prólogo y toda la enjundia, porque como es un mundo mío pues ya iré viendo cómo me pinta el pelo, que para eso creo y reviento lo que me sale del (toto) cerebro. Y ohhhh, síííí, van saliendo capítulos hasta que de repente llega una sensación de inseguridad que me susurra al oído mientras tecleo una idea o una frase, y me obliga a volver a abrir la libreta, otro documento de Word en blanco y Google, «¿En serio? ¿Necesito hablar tanto de ellos?, pero si la historia clave la tengo cogida, ¿no?». Pues no. Mi inseguridad me ha dado el toque para que hable con mi subconsciente responsable, el cual me dice que NECESITO crear un mundo desde cero con TODA la enjundia que eso conlleva. Si no sabes qué política reina en ese mundo y lo peor, si no sabes lo que abarca el mundo porque solo me he currado un país, ¿cómo vas a moverlos por las escenas? «¡¡Oh, (joder) jopelines, tengo que hacer un libro de sociales de este mundo nuevo!!».

Total, que me pongo a crear hasta la flora de mi tierra nueva, y ¡los destilados y fermentados!, pero me doy cuenta de que estoy más perdida en mi mundo que Nemo en una pecera (tener hijos pequeños me limitan mucho estos chascarrillos).

Y todo llega por casualidad, que al final voy a terminar diciendo que no creo en las casualidades y sí en las causalidades, claro… Una noche dando una vuelta por Facebook (sí, esas de las que dices: "dos minutos", y acabas pegándote tres horas para acabar con los ojos rojos y ávida de información que no te da más tiempo a leer) me encontré con un artículo de cómo promocionarte sin ser una mosca cojonera. Y como a mí eso me queda XXXL pinché en un enlace que reunía las palabras “autora, romántica, fantasía”. «¡(Coño) Córcholis, si eso es lo que yo quiero!». Acabé en el blog de Ana González Duque y su Fogón , un blog de escritura de fantasía que me llevó de un artículo a otro tomando notas hasta que aterricé en su libro: “Cómo escribir fantasía”.

Y en esas estoy, porque ese libro ha sido mi salvación y mi perdición. Mi mundo está creciendo tanto que como no me centre pierdo el norte y me voy de mi casa a buscar, con coordenadas concretas (y en mi mente reales) ciertas situaciones que se están dando por allí.

Y la cosa no termina aquí, que la magia ocupa ese lugar importante que hace que el género sea definido como fantástico. Sin magia a ver qué vas a contar. Entonces viene cuando la matan, que dice mi madre. Tú te inventas el “chinchiribum” y te convierto en pez volador, y con el “trinchurritrín” me teletransporto a los Cayos de Tócameeltimbre.

Pues NO ES ASÍ, en mayúsculas gritonas. Hay reglas para la magia y estas te complican la vida más que a los personajes. Llevo tres páginas escritas al respecto y creo que voy a tener que escenificarlo en mi casa y darle vida para entenderlo del todo. A mi Coruji le va a encantar cuando le pida ayuda de nuevo con la magia de mi historia. Sí, digo otra vez porque la mayoría de los nombres de lugares y personajes los ha inventado su mente de cinco años espoleada por la loca de su madre.

La autora del libro con el que estoy aprendiendo tanto insiste en que no podemos dar la chapa en la historia con parrafadas de “worldbuilding” o lo que yo llamo : “el libro de sociales”, pero de verdad que con la currada/locura que supone crear algo así lo justo sería sacarlo a la par que la historia como complemento. Si la historia ocupa, vamos a tirarnos el pisto ya que estamos escribiendo fantasía, unas cuatrocientas páginas, el “libro de sociales” va a ocupar la mitad por lo menos.

Y es que si alguien tiene la culpa de que la idea inicial, controlada, llevadera, acotada en partes con un principio y un final, se altere hasta niveles insospechados ese es el “libro de sociales”. El culpable de que todo se desmorone, se complique, crezca en familia y hechos, y al final… Si es que al final no me extraña que con un libro no se tenga suficiente para estas historias.

Por el bien de la familia del autor es necesario sacar todo lo que tengas dentro no vaya a ser que acabes loco y viviendo mentalmente en un "libro de sociales" cuya editorial no es Santillana.

Viandantes de las redes, esto no ha hecho más que empezar… y yo no sé si salgo viva de esta (como autora, digo, que de momento la magia de sangre a mí no me afecta).

Deseadme suerte porque... ¡Madre mía, en qué mundo me estoy metiendo!

FOTOS: PINTEREST.

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